Primero lo básico: ¿qué es el SIBO?
El SIBO (sobrecrecimiento bacteriano en intestino delgado) ocurre cuando bacterias que deberían estar más abajo proliferan arriba. Esto puede generar gases, distensión, diarrea o estreñimiento, dolor y fatiga. No es “tu culpa”: muchas veces hay desencadenantes como alteración del tránsito, estrés crónico, infecciones previas, hipoclorhidria, uso de ciertos fármacos o cirugía.
La conexión intestino-cerebro
Autopista nerviosa (vago): el nervio vago manda señales en dos direcciones. Cuando el intestino está irritable, el “tono vagal” baja y el cerebro interpreta amenaza → más alerta/ansiedad.
Mensajeros químicos: la microbiota produce ácidos grasos de cadena corta, triptófano/serotonina, GABA y citoquinas. Si el ecosistema se desordena, los mensajes cambian (más inflamación local, más hipersensibilidad visceral).
Estrés ↔ movilidad: la ansiedad reduce el movimiento intestinal (o lo acelera), favoreciendo el círculo: peor movilidad → más SIBO → más síntomas → más preocupación.
Sueño y dolor: dormir mal aumenta la percepción del dolor y la reactividad emocional, amplificando las molestias digestivas.
Resumiendo de forma clara: cuando hay SIBO, el intestino está “ruidoso” y el cerebro lo amplifica. Calmar uno ayuda a calmar el otro.
¿Cómo saber si mi ansiedad viene del SIBO?
No hay un único síntoma que lo confirme. Pistas útiles:
- Síntomas digestivos cíclicos tras ciertas comidas + distensión que empeora a lo largo del día.
- Antecedentes de gastroenteritis, antibióticos repetidos o trastornos del tránsito.
- Ansiedad que aumenta cuando el abdomen se distiende y mejora cuando se normaliza el tránsito.
La confirmación es clínica y, si procede, con test de aliento interpretado por un profesional.
Plan en 4 fases (educativo, no absoluto)
1) Calmar síntomas y bajar “ruido”
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Elecciones mediterráneas suaves: cocinados simples, verduras bajas en FODMAP temporales (calabacín, zanahoria, berenjena), tubérculos, arroz/quinoa, AOVE, pescados/aves/huevos, yogur o kéfir si se tolera.
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Fraccionar ingestas (3–4 comidas) y masticar bien.
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Infusiones suaves (jengibre, menta) si te sientan bien.
2) Tratar el sobrecrecimiento (según diagnóstico)
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Tu equipo puede pautar antibióticos o fitoterapia según el tipo de SIBO.
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No al uso indiscriminado de probióticos: se individualizan y se introducen en el momento adecuado.
3) Restaurar motilidad y barrera
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Proteína suficiente (1.2–1.6 g/kg/día orientativo) para reparar tejidos.
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Aporte progresivo de fibra tolerable (avena suave, chía hidratada) y AOVE diario.
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Ayunos nocturnos de 12 horas pueden ayudar a la limpieza migratoria en algunas personas.
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Movimiento: caminar 20–30 min tras comidas mejora gases y ánimo.
4) Regular el eje intestino-cerebro
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Sueño 7–9 h: rutina fija, luz de mañana, pantallas fuera del dormitorio.
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Respiración diafragmática (4–6 ciclos, 3–5 veces/día) para subir tono vagal.
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Terapias mente-cuerpo con evidencia en intestino irritable/SIBO: relajación muscular, mindfulness, TCC enfocada en síntomas.
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Café/alcohol: evaluar tolerancia; a veces conviene reducir temporalmente.
Errores comunes (evítalos)
“Autodiagnosticarte” y eliminar medio supermercado durante meses.
Usar probióticos o antimicrobianos sin estrategia ni seguimiento.
Olvidar el estrés/sueño: son tan terapéuticos como el plato.
Pensar que la ansiedad es “solo mental”: el intestino influye y se puede intervenir.
Si sientes que tu digestión afecta tu ánimo, te ayudamos a reequilibrar ambos.
En Nutrifácil evaluamos tus síntomas, hábitos y descanso para diseñar un plan realista que cuide microbiota y mente al mismo tiempo.